Sumiso en castidad: La vecina IV

Este relato y los siguientes juegan entre la realidad y la fantasía. Algunas de las cosas aquí escritas son ciertas, otras no. Queda a consideración del lector qué tomar por cierto y qué no.


Parte 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/3595945/Sumiso-en-castidad-La-vecina.html
Parte 2: http://www.poringa.net/posts/relatos/3596937/Sumiso-en-castidad-La-vecina-II.html
Parte 3: http://www.poringa.net/posts/relatos/3601868/Sumiso-en-castidad-La-vecina-III.html

Nuestra tortuosa rutina se repitió a lo largo de la semana. Verónica me limpiaba y me bañaba, a veces con ella en la ducha, a veces de afuera con guantes según su humor. Yo me limitaba a chupar, pasarle la lengua y hacerla acabar. Hubiera sido un intercambio perfectamente razonable si no fuera porque los días pasaban y yo seguía sin acabar. Verónica me lavaba, yo suplicaba y mi pija lloraba goteando en la ducha. Pensé que iba a enloquecer y más de una vez tuve ganas de largarme a llorar, pero transcurrió la semana y yo seguía yendo a someterme a su tortura.

-Mañana viene alguien que quiero que conozcas. Te quiero acá a la tarde, y venite lindo -me dijo de repente un día mientras me untaba la pija con jabón-
- Confío que ya sepas cómo comportarte y no me hagas quedar mal -añadió Verónica, apretándome los huevos lo suficiente para hacerme asustar- ¿Estamos?
Dije que sí inmediatamente y sin titubear. Verónica sonrió satisfecha y terminó de lavarme y encerrarme de nuevo.

Ya en casa no podía pensar otra cosa que en el encuentro del día siguiente. Claramente Verónica había hablado con sus amigas pero, ¿qué les había dicho? ¿Cuántas sabían y qué sabían? Estar sometido a una vecina sádica y demandante era mucho, ¿pero a todo un grupo de mujeres?
Verónica pareció intuir mis dudas porque recibí otro mensaje de WhatsApp. Esta vez era un gif: una mujer envuelta en cuero golpeando las bolas de un pobre tipo atado. Una vez más, acompañaba una sola línea: Te esperamos mañana. No faltes. Si no, ya sabés La amenaza, lejos de amedrentarme, me hizo calentar como nunca antes y me dejó mojado. ¿En qué me estaba convirtiendo?

Al día siguiente estaba allí puntual, bien arreglado como para salir a bailar. Llevaba un jean de marca y una camisa fina, al cuerpo, con unos zapatos bien lustrados. Cualquiera que me hubiese visto habría pensado que era un tipo con suerte, no el juguete desesperado de su vecina.
Me acerqué a la puerta y antes de golpear, noté una conversación del otro lado. Agudicé el oído y noté que eran sólo dos voces: la de Verónica y la de alguien que no podía identificar. Suspiré resignado y llamé a la puerta.

Verónica me abrió y la encontré tan infartante como siempre (esta vez con un vestido ajustado de una sola pieza) y en muy buena compañía. Había una chica jóven, de tez blanca, pelo castaño hasta la espalda y unos hermosos ojos color miel. Llevaba una blusa floreada y un jean blanco que le hacían una figura deliciosa. Era menos curvilínea que Verónica, menos llamativa pero más proporcionada y jovial. Por la frescura de su rostro calculé que no podía tener más de 23 años. Se acercó a mí con genuina simpatía y se presentó como Belén.

Resumiendo, Belén era… linda. Esa es la palabra justa. Simplificando un poco, los hombres tenemos dos grandes grupos de mujeres: las que están buenas y las que son lindas. Los lectores mi género sabrán a qué me refiero. Las primeras son como Verónica, las bombas que ves por la calle y lo primero y único que podés pensar es en cogértela (te de la nafta o no, como a mí con Vero, es otro tema). Pero las lindas no generan ese efecto en lo inmediato. Son el tipo de chica que querés llevar de la mano a tomar helado o presentársela a tu vieja. Tienen una belleza más inocente, más pura y diáfana que remite a tu primera noviecita del secundario. Belén entraba definitivamente en el segundo grupo.

Verónica me introdujo (para mi alivio como "el vecino del que te hablé" y no "mi esclavo sumiso") y nos quedamos conversando los tres un rato. El intercambio hubiera pasado por una conversación perfectamente normal, y en verdad lo era. Una situación social como tantas. Llegué a pensar que quizás Verónica quería presentarme como potencial candidato a novio, sabiendo que yo estaba soltero. Esa idea me alegró inmensamente, porque Belén era hermosa y yo llevaba mucho tiempo soltero (y ahora también sin acabar). Me distraje con esa idea hasta que Verónica le pidió a Belén que la acompañe un momento a la cocina y se fueron hablando entre ellas.

Boluda, es muy lindo… estás segura qué..?

Sonreí para mis adentros pero no pude escuchar el resto. Belén y Vero se metieron en la cocina y cerraron la puerta detrás de sí, dejándome afuera. Pegué la oreja pero sólo podía oír unos lejanos murmullos y alguna que otra risita esporádica. Me quedé ahí de pie, sin saber muy bien cómo sentirme por lo que había dicho Belén. Me encantaba que me encontrara lindo y eso le daba esperanzas a mi maltrecho ego. Pero también sabía que yo iba a terminar mucho más maltrecho si me encontraban espiando detrás de la puerta, así que me fui al living y me senté en el sillón.
Belén y Verónica salieron al cabo de unos minutos y vinieron directamente a donde yo estaba sentado. Se puso una de cada lado y mientras una hablaba, la otra me miraba:
- Yo ahora tengo que irme -dijo Verónica-, así que voy a dejar a Belén en tus manos. Te pido que la cuides bien, sí?
- No te preocupes, estoy seguro que vamos a encontrar cómo entretenernos. No, vecino? -me preguntó Belén con picardía-
- Estoy de vuelta en unas horas. Les dejo las llaves. ¡Que se diviertan!

Verónica se fue y nos quedamos a solas con Belu. En cualquier otra circunstancia hubiera hecho lo imposible por acostarme con ella, pero ahora era físicamente imposible. Claro que Belu no lo sabía, y me coqueteaba de la forma más irresistible posible. Maldije y bendije mi suerte, teniéndola tan cerca para sentir el roce de su pelo sobre mis hombros y notar el aliento a fresa de su boca. Hice todo lo posible para poner distancia entre nosotros pero Belén, lejos de ceder, me buscaba divertida.

Finalmente se cansó del coqueteo y me dijo que fuéramos a tomar algo. Terminamos en un bar cerca de casa en una mesa tranquila al fondo del local. Ella se pidió un trago y yo una coca. El mozo la miró a ella y luego a mí. Me dí cuenta que pensaba que era le tipo más afortunado del mundo. Si tan solo supiera...

Hablamos un rato más de pavadas hasta que Belu me miró directo a los ojos y se quedó quieta con las manos entrelazadas bajo el mentón. Estaba tranquila, casi inexpresiva, y me dí cuenta que me estaba analizando. Me estaba mirando con detenimiento por primera vez desde que salimos del departamento. Tragué saliva porque no sabía hasta dónde le había contado Verónica, pero por la neutralidad de Belén no pude deducir qué estaba pensando. Le sostuve la mirada y me perdí en sus insondables ojos almendra. La mirada de Verónica ardía y quemaba, pero la de Belén era como un dulce canto donde quedarse dormido. Cuando finalmente habló, fue como si su voz me despertara de un sueño demasiado agradable:

-Sos un lindo chico, ¿sabés? –dijo Belén de repente, cambiando su expresión de neutralidad por una de genuina curiosidad-
-Gracias… vos también sos muy linda.
-Ya lo sé –contestó poniendo los ojos en blanco, acostumbrada a escuchar lo mismo cientos de veces- Lo que no sé es si Vero me decía la verdad.
-La verdad… ¿la verdad de qué? –pregunté con un nudo en el estómago, alarmado-
Belén ladeó la cabeza y me miró con una sonrisa de profesor cansado, como si hubiese hecho la pregunta más obvia del mundo que no ameritaba respuesta. No la tuve. Sentí un sudor frío correr por mi espalda y antes de que me diera cuenta, Belén estiró una pierna por debajo de la mesa y me tocó la entrepierna con el pie descalzo. Mi pija se despertó de inmediato y hubiera ido directo a su encuentro si no fuera por el plástico que se lo impedía. Belén me golpeó dos veces con el pie contra el cinturón como para cerciorarse, y lo retiró de inmediato antes de que pudiera decir o hacer nada. Me quedé helado y muy quieto, como un chico al que sorprenden haciendo una travesura. Belén se llevó las dos manos a la boca para ahogar un grito de sorpresa y soltó una risita:
-Wow. Así que Vero no mentía… no lo puedo creer. No sé cómo hace. Otro más. –Belén hablaba para sí misma como si pensara en voz alta-
-¿Cómo que… cómo que otro más? –pregunté, aturdido-
Belén volvió a mirarme como si yo tuviera un retraso cognitivo y se echó a reír. Era una risa franca, alegre y llena de genuino entusiasmo. De alguna forma eso me aterró aún más que la risa sádica de Verónica.
-Ay… sos tan lindo –me dijo con dulzura- No me digas que pensaste que eras el primero. O el único.
-Yo… -no supe como continuar-
-Dejame que te explique –me dijo Belén y me hizo una caricia en la mejilla que me produjo un calor en el pecho y en la pija- Si las cuentas no me fallan, vos sos el tercero. El primero fue el ex. Cuando Vero se enteró que la cagaba el pibe no tuvo más opción que aceptar. En realidad no la cagaba, fue una sola vez. Bah, ni eso: le hicimos una cama con las chicas y él se acostó. Vero “lo pescó” infraganti chapando con Maru en un boliche y se hizo la mortalmente ofendida. Yo sabía hasta ahí, que no era más que una excusa para tener un motivo de venganza y acostarse libremente con Martín. Pero resulta que también lo encerró como a vos. Si lo vieras ahora al pobre infeliz…
Belén dejó la oración en el aire cuando el mozo se acercó a traernos las bebidas. Me quedé atónito por lo que acababa de escuchar pero Belén, como si nada, le dio las gracias con una amplia sonrisa y coqueteó un poco con él. El mozo se fue más contento de lo que vino y Belén retomó su relato tras unos sorbos de agua:

-Martín fue el segundo. De ese sí supe desde el principio porque Vero dejó muy claro que le gustaba mucho y lo quería sólo para ella. Debe ser mutuo, porque de lo contrario no me explico cómo aceptó… pero por las cosas que cuenta Vero, no la pasa para nada mal.

Yo no podía creer que lo escuchaba. Tenía el pulso acelerado y el cinturón parecía encogerse cada vez más. No tuve que preguntar nada porque Belén se encargó de aclarármelo de inmediato.

-Sí, Martín es uno de sus machos. Y sí, obvio que cogen tontito. Fuerte y seguido. Pero Vero lo quiere sólo para ella y a él no parece molestarle. Ya viste cómo es mi amiga y cómo son ustedes… -Belén se encogió de hombros sin terminar la frase-
-Claro que –continuó como si pensara en voz alta- eso me deja la pregunta de qué rol vendrías a cumplir vos. Si el ex está para mantenerla, Martín para coger, vos vendrías a ser… -entrecerró los ojos y ladeó la cabeza antes de terminar la pregunta -… ¿el trapo de piso?

No pude responder. No podía pensar con claridad. Tenía la boca seca y todo me daba vueltas. Lo que Belén me contaba me ponía en una situación más precaria que antes: estar a merced de Verónica no era casualidad. Ella sabía lo que hacía desde un primer momento. Yo no tenía ni idea en qué me estaba metiendo.

Pagué la cuenta y nos fuimos. Cuando llegamos al departamento Verónica ya estaba de vuelta, esperándonos. Al vernos llegar, se dirigió a su amiga como si yo no estuviese y le preguntó:

- ¿Y? ¿Qué pasó?
- Nada... -dijo Belu haciendo puchero- Literalmente nada. Lo provoqué y traté de seducirlo pero no me dió ni bola. Creo que no le gusto.
- Obvio que le gustas nena, si se le cae la baba -repuso Verónica señalandome con el mentón- Pero es muy sumiso y pajero. Seguro que ni te pidió las llaves, no?
Me quedé helado. De repente entendí la huída de las chicas a la cocina, la salida de Verónica y el comentario en el sillón. Les dejo las llaves había dicho la muy turra antes de irse. No eran las llaves del depto; eran las llaves de su juguete favorito para que su amiga se entretuviera un rato. Había tenido la oportunidad de cogerme a un bombón como Belén, de sacarme toda la leche que tenía acumulada hace una semana y la había desperdiciado.

- Bueno, no importa -repuso Verónica restándole importancia al asunto- ¿Qué te parece si nos vamos de joda y nos conseguimos unos machos de verdad? Conozco varios que te tienen ganas...
-No puedo… mi novio no para de mandarme menajes preguntando dónde estoy -contestó Belén decepcionada mientras tecleaba en el teléfono-
-Ya te dije lo que tenés que hacer con él –terció Verónica con toda seguridad-
-Sí, pero no me decido… -Belén levantó la vista del teléfono un segundo y agregó- Es un buen chico…
-Precisamente. –afirmó Verónica- Si es un buen chico te va a complacer y va a hacer lo que digas. ¿O no, esclavo?
Verónica y Belén me miraron al unísono. Me dí cuenta que era la primera vez que Verónica me llamaba así delante de alguien más, y para peor delante de una chica hermosa como Belén. Me puse colorado al instante y bajé la vista al piso.
-No sé… yo…
-Claro que sabés –sentenció Verónica acercándose hacia mí- Mirá.
Me bajó los pantalones de un tirón y quedé desnudo enfrente de Belén. Atiné a tápame con las manos, pero Verónica me las sostuvo firmemente detrás de la espalda. Me sentí morir de vergüenza. En otras circunstancias mi pija habría estado al palo frente a dos mujeres hermosas, pero ahora permanecía encerrada en cinturón de castidad demasiado pequeño para la erección que tenía. Belén se quedó boquiabierta frente a ese espectáculo y deduje que nunca había visto algo así, al menos no tan de cerca. Verónica la animó a acercarse y comprobar hasta qué punto le pertenecía.
Belén dio unos pasos tímidos y cuando estuvo lo suficientemente cerca como para sentir su aliento, agarró la jaula entre los dedos índice y pulgar y la sacudió un poco. Gemí involuntariamente, cualquier estímulo era demasiado después de una semana acumulando leche. Verónica me torció el brazo sobra la espalda y me hizo saber que no estaba permitido gemir frente a sus amigas.

-Wow… no sabía que podía ser tan… chico. –dijo Belén sorprendida, sin dejar de examinar el cinturón-
-Y puede ser más chico –añadió Verónica- O más grande, como el de Martín. Lo importante es que sea del tamaño justo. Por lo que me contás de tu novio, con una como esta alcanza y sobra.
Esto pareció despertar la curiosidad de Belén porque se arrodillo frente a mí hasta tener el cinturón a la línea de los ojos. Sentí sobre la pija su respiración suave que se colaba entre las pequeñas aberturas del aparto. La presión en el brazo que me hacía Verónica me recordó que me convenía soportar la dolorosa erección que tenía en silencio.
-Y… ¿no le duele? ¿No es malo para la salud? –preguntó Belén con más curiosidad que preocupación-
Noté que no se dirigía a mí sino a Verónica. Yo ya no estaba ahí para ellas. Era, simplemente, un juguete más.
-No. Bueno, sí, le duele. –contestó Verónica sin vacilar- Pero no es terrible (yo no estaba de acuerdo), o al menos no lo suficiente para hacer un daño permanente a nivel físico. Puede estar así lo que vos quieras sin problemas (tampoco estaba de acuerdo) Ahora, a nivel psicológico... bueno, sí vas a ver cambios. Pero esa la idea, ¿no?

Belén no dijo nada más y se puso de pie pensativa. Me miró de arriba abajo y apoyo una mano sobre mis bolas, con la palma hacia arriba en forma de cuña. Temblé al sentir el contacto de su mano pero logré contener el gemido a tiempo.

-Están muy hinchadas. Y calientes. –observó con desapego profesional-
-Porque lleva una semana sin acabar –explicó Verónica- Puede estar más tiempo, pero vos sabés cómo son. Se van a quejar y quejar, son insoportables. Lo tenés que ordeñar una vez cada tanto, sacarle la leche y listo. Es parte del mantenimiento de rutina. Ni siquiera tenés que darle un orgasmo.
Belén sonrió al escuchar esto último y por un instante temí por alguien más que yo. El novio de Belén no sabía lo que se le avecinaba.

Verónica me soltó y me dio la orden de esperar en su dormitorio. Acompañó a Belén hasta la puerta donde estuvieron charlando animadamente unos minutos. Finalmente se despidieron con un beso y Verónica regresó a la habitación. Sus ojos se encendieron en cuanto me vió sentado en la cama.

-En la cama no. En el piso.
-Sí mi diosa.
-Muy bien. Ya sabés qué tenés que hacer.
Verónica se acostó boca abajo y espero. No tuvo que esperar mucho ni decirme nada. Efectivamente, yo ya sabía qué hacer. Chupar, lamer, morder, besar, todas mis tareas de juguete sumiso exclusivamente dedicado a su placer.
Verónica acabó con la misma intensidad de siempre pero esta vez, en lugar de echarme de la cama, me hizo señas para que me acostara a su lado. Se giró y sin más, me puso las tetas en la boca. Yo ya estaba chupándoselas con obediencia cuando dijo:

-Hoy se cumple una semana de tu encierro, la primera de muchas, así que te vas a quedar a dormir conmigo para celebrar. Mañana a primera hora quiero el desayuno y me que me despiertes chupando. Te portaste bien con Belu así que te mereces un premio. ¿Qué decís?
Yo seguía con la boca llena de sus tetas así que me limite a asentir enfáticamente con la cabeza. Verónica sonrió, se paró y volvió al rato con un par de esposas que me puso en manos y pies contra los barrotes de la cama. Yo me dejaba hacer en silencio, ya no protestaba ni me oponía a nada.
Una vez que estuve firmemente agarrado, Verónica me sacó el cinturón de castidad y mi pija salió disparada con fuerza, apuntando al techo.
Pedí y supliqué de todas las formas posibles que por favor me hiciera acabar. Que me dejara acabar, aunque sea con una paja. Que estaba entregado, que hacía lo que ella quisiera, que era su esclavo, su sirviente, su sumiso. Que me dolían las bolas y la pija de tanta leche acumulada.
Mientras más pedía, más me desesperaba, moviendo la cadera arriba y abajo en el aire, tratando de que el más mínimo roce me hicieran largar toda la leche que ya me caía lentamente por el tronco.

Verónica me miraba en silencio, sin hacer ni decir nada, como una madre mirando a un hijo hacer un berrinche. Cuando terminé de suplicar, suspiró resignada y salió de la habitación. Volvió con un grueso trozo de cinta adhesiva y me lo puso sobre la boca.
Se dió media vuelta y se fue a dormir.
Mi pija lloraba, y yo también.

Nuestra historia ahora se bifurca. Dejo a consideración de mis lectores cómo continuar. ¿Prefieren saber qué será de la dulce Belén y su novio celoso? ¿O de nuestro pobre vecino, atado y amordazado sin acabar hace una semana?

Los leo.

4 comentarios - Sumiso en castidad: La vecina IV

Eduardo629
Seguí con ambas. Pero sobre todo con tu vecino
CORNUDOWANNAB
Espero ver como sigue la historia del vecino pronto +10